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30/05/2018 AUTOR: Virginia Pérez Palomino Análisis & Inversiones

4RI

4RI

Igual si digo digitalización o industria 4.0 me entiendan mejor. ¿Tampoco? Rebobinemos, que de eso sabemos un rato los que conocimos los cassettes, y veamos un ejemplo. Imagine que le gusta ese traje de chaqueta de Zara, entra en el probador virtual de su web, pero lo prefiere en color Oxford mejor que en marino, las solapas algo más anchas y el pantalón un poco más estrecho de campana. Así le queda perfecto. Hace su pedido, la empresa lo recibe e imprime su traje en una impresora 3D. El robot “de turno” en el empaquetado lo prepara y ahí está el dron programado para llevarle su pedido a casa a las 19 h y 47 min, según sus órdenes. ¡Vaya cambio! No se fabricará para vender, se hará ajustándose a la demanda del cliente. No es que se vaya a producir menos; de hecho, según la alemana Siemens, en los próximos 20 años se producirn más bienes y servicios que en los últimos 50, pero no será una producción en masa al uso sino una personalización en masa.

Una definición formal. Según Klaus Schwab, The Fourth Industrial Revolution: “La denominada Cuarta Revolución Industrial (4RI) comprende un conjunto amplio de tecnologías de naturaleza disruptiva para los procesos, productos y modelos de negocio de la industria tradicional. Su implantación ofrece retos y oportunidades a la prosperidad de los países, empresas e individuos de una magnitud igualmente disruptiva.”

La que se avecina es de las gordas, tecnológica y socialmente hablando, pero no son menores otros desafíos que presenta, como el empobrecimiento o la desigualdad, si no existe una adecuada adaptación; o también, el que pueda pasar por encima de los marcos sociales, éticos y políticos necesarios para su buen uso. Lo sé, les asola cierta sensación de vértigo ante la velocidad a la que cambian las cosas que hacemos y cómo viviremos, lo que nos lleva a pensar si dejaremos de ser lo que somos. A veces me agobio un poco, un mix entre entusiasmo y miedo al cambio (es que he leído mucha ciencia ficción).

Nos invade una oleada digital que converge con tecnologías físicas y biológicas. Una interrelación que hará nacer la industria inteligente cimentada en la revolución digital, que se inició en el siglo XX, basada en la electrónica, la tecnología de la información y las telecomunicaciones. No crean que hablamos de un futuro lejano. Son realidades de hoy, ¿o es que no les suenan alguno de estos términos?: robótica, inteligencia artificial, nanotecnología, biotecnología, neurotecnología, realidad aumentada, big data, blockchain, computación en la nube, sistemas de almacenamiento de energía, redes 5G, impresión 3D o internet de las cosas.

Así sin querer, estos conceptos ya están integrados en nuestro pensamiento y en el modo de actuar de muchas empresas. Sin esfuerzo, la vida física y digital se han ido mezclando, sobre todo en las nuevas generaciones que han nacido en las redes sociales. El Foro Económico Mundial estima que el 65% de los actuales estudiantes de primaria trabajará en empleos que no existen hoy en día. Esa es otra, ¿cómo afectará a nuestros trabajos? (tema que trataremos en el próximo post).

Nos dirigimos hacia un mundo donde las máquinas se comunican entre sí y con nosotros (lo que me faltaba, con las broncas que ya tengo con mi PC). Cuando una revolución industrial se pone en marcha, los cambios se producen con mucha rapidez y hay que estar ahí. Esta transformación solo beneficiará a los que sean capaces de innovar y adaptarse (darwinismo tecnológico).

Esta revolución presenta nuevos desafíos y un extenso campo de oportunidades a la hora de hablar de inversión. El mayor problema con el que nos encontramos es que son las grandes compañías las que tienen capacidad para invertir, desarrollar e innovar en este campo, dedicando importantes recursos económicos y humanos (Google, Siemens, Alibaba, Mitsubishi). Invertir en ellas, a primera vista, no parece una inversión diferenciada. Otras cuestiones como la pequeña capitalización de cotizadas que desarrollan temas específicos o que existan muchas empresas que presentan un gran atractivo por sus progresos, pero que no cotizan, puede reducir su universo de selección. Las compañías de semiconductores y ciberseguridad serían una buena aproximación a esta temática y en estos sectores encontrarán un amplio abanico de posibilidades.

No podemos quedarnos atrás porque, como se dijo en los albores de la era de internet, será mejor subirse a la apisonadora que terminar convertido en asfalto.

Y no se preocupe, la inspiración, la intuición y la creatividad son humanas, son suyas, solo suyas; al menos de momento.

Virginia M. Pérez Palomino
Directora de Renta Variable

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