Por ahora, ni ingentes cantidades de miles de millones en ayudas a los mercados financieros y la economía real están siendo suficientes para que los inversores calmen los miedos (a muchos niveles) sobre el futuro global que últimamente les ahogan.
Ayer, el BCE anunciaba un nuevo paquete de ayudas, con nombre apocalíptico y todo: Pandemic Emergency Purchase Programme. Sí, 750.000 millones de euros serán puestos a disposición de todos aquellos activos que ya están contemplados en los programas de liquidez previos del organismo. Estos se suman a los 200.000 millones que ha prometido el Gobierno español, los 300.000 del francés y el británico, el dinero alemán, el italiano, el americano… ¿Tendrá algo que ver todo este dispendio con la caída de los precios de los bonos soberanos? Quizá los inversores no quieran financiar desequilibrios deficitarios tan relevantes en ciertas economías.
Anecdótico, pero digno de mención, es que el coronavirus pueda, incluso, con algo que nos parecía imposible: el crecimiento económico australiano. Allí llevan desde los años 90 sin sufrir ningún tipo de recesión. Son muchas décadas sin complicaciones, teniendo en cuenta que por el medio han sucedido eventos como la burbuja “puntocom” o la crisis del 2008. Pues bien, su banco central ha decidido bajar los tipos a su mínimo histórico (0,25%) para tratar de que el país no acabe con su racha triunfal.
Y el precio del petróleo sigue haciendo de las suyas, con una guerra en el lado de la oferta mantenida por algunos productores. Como si no tuvieran suficiente con el problema de demanda. Pero todo tiene su lado bueno, y esto, para un país importador como el nuestro, no deja de ser como un nuevo cheque fiscal o una reducción de impuestos.
Buen jueves.
Llámanos 
