El primer semestre de 2025 ha estado marcado por la inestabilidad. Los mercados globales han navegado entre tensiones geopolíticas, decisiones inesperadas en la política estadounidense y una coyuntura económica compleja. En este entorno, lo que empieza a vislumbrarse es un cambio de paradigma: el liderazgo financiero global de Estados Unidos comienza a diluirse, mientras que Europa y Asia ganan terreno como polos de atracción para el capital.
Uno de los fenómenos más llamativos ha sido la respuesta global ante el proteccionismo comercial estadounidense. En vez de recurrir a contramedidas arancelarias, muchas economías están optando por fortalecer su tejido interno con estímulos y reformas. Este giro estratégico podría suponer una distribución más equilibrada del crecimiento mundial en los próximos años.
El dólar, tradicionalmente considerado un refugio seguro en tiempos de incertidumbre, ha perdido parte de ese estatus. En particular, cuando las tensiones tienen origen en Estados Unidos, la divisa estadounidense ya no ofrece la misma protección. El euro, por su parte, ha encontrado soporte en unas condiciones más estables en Europa, y se espera que el tipo de cambio se mueva en un rango de 1,12 a 1,22 dólares por euro, con presiones a la baja para el billete verde.
Ante este contexto, desde Tressis sugerimos una gestión activa del riesgo cambiario. Asumir que el dólar protegerá por defecto ya no es válido. En este nuevo entorno, el oro recupera protagonismo. Este activo sigue siendo clave en las estrategias de asignación: actúa como refugio y está respaldado por un entorno estructuralmente alcista, impulsado por las compras de bancos centrales y la creciente desconfianza generalizada.
El mercado de bonos ha sido testigo de una fuerte volatilidad en lo que va del año. Si bien las aguas se han calmado tras un arranque turbulento, la cautela sigue siendo la nota dominante. El regreso de Trump a la Casa Blanca generó un impacto inicial notable en los mercados de deuda, y aunque algunas decisiones más radicales han sido finalmente moderadas, las incertidumbres persisten en torno a la política fiscal y comercial.
En este entorno, no recomendamos tomar posiciones agresivas. Lo más sensato es evitar emisores con mayores riesgos y centrarse en oportunidades que ofrezcan una buena relación rentabilidad-riesgo. En concreto, los bonos corporativos de calificación media (entre BBB y BB) se posicionan bien. Con vencimientos entre tres y siete años, ofrecen una combinación atractiva de rendimiento y control del riesgo de duración. Por el contrario, los tramos largos de la curva, como los bonos a treinta años, no resultan interesantes en un contexto donde los tipos largos podrían mantenerse elevados o incluso subir ante mayores emisiones desde Alemania y EE.UU.
En el ámbito bursátil, el mensaje es claro: no basta con mirar a Wall Street. Aunque las acciones estadounidenses siguen teniendo un papel esencial en una cartera diversificada, los vientos están girando hacia otras regiones donde el entorno político y económico resulta más previsible y favorable.
Estados Unidos afronta un entorno complicado, con bajo crecimiento, inflación persistente y un margen limitado de acción desde la política económica. La Reserva Federal podría recortar los tipos un par de veces antes de que acabe el año, pero esto puede no ser suficiente para despejar la niebla política y comercial. Las empresas, por su parte, han adoptado una postura más cauta, posponiendo inversiones y contrataciones.
Europa y Asia, en cambio, muestran señales de dinamismo. En la eurozona, años de disciplina fiscal han abierto espacio para políticas más expansivas. El BCE ya ha recortado los tipos un punto porcentual en los primeros seis meses del año y se anticipa más estímulo para 2026. En Asia, especialmente en China, persiste la volatilidad derivada de las relaciones comerciales, pero el enfoque general es de impulso y estabilidad.
Japón merece una mención especial. Las reformas estructurales en el gobierno corporativo y el mercado laboral están dando frutos. Las compañías niponas muestran un creciente compromiso con la creación de valor para los accionistas. Además, el entorno de tasas reales negativas y un enfoque fiscal expansivo juegan a favor de su mercado bursátil.
La fotografía global ha cambiado. El antiguo guion, con Estados Unidos como faro exclusivo para los inversores, ya no funciona. El reto actual pasa por construir carteras verdaderamente globales, diversificadas, y enfocadas en calidad. En este entorno de múltiples polos de poder, la flexibilidad estratégica es más valiosa que nunca. La incertidumbre, bien gestionada, puede convertirse en una aliada para quienes saben leer las nuevas reglas del juego.