Durante años, la diversificación ha sido uno de los principios más sólidos en la construcción de carteras. El objetivo era claro: incorporar activos cuyo comportamiento no se moviera en sincronía con el resto del mercado, reduciendo así el riesgo general. Pero en un entorno cada vez más interconectado y volátil, muchos de esos activos «refugio» están dejando de cumplir su papel. ¿Qué opciones reales tienen hoy los inversores?
Tradicionalmente, el oro ha sido una herramienta fundamental en épocas de incertidumbre. Sin embargo, en el ámbito español, los fondos traspasables no permiten su inversión directa, lo que limita su accesibilidad. Algo similar ocurre con el bitcoin: aunque su narrativa como activo alternativo crece, su encaje en productos regulados es aún limitado.
La deuda pública —especialmente la estadounidense— fue durante décadas la gran protagonista de la descorrelación. No obstante, su volatilidad reciente y el creciente riesgo fiscal en EE.UU. han desdibujado su papel estabilizador. A los desafíos de déficit estructural se suman factores como las decisiones de política monetaria de la Fed y la incertidumbre política. En Europa, aunque el contexto difiere, los bonos soberanos también enfrentan tensiones derivadas de los ajustes fiscales y las políticas del BCE.
Ante la falta de alternativas claras, muchos inversores optan por incrementar su posición en liquidez. Esta estrategia ofrece flexibilidad y capacidad de reacción, pero también implica un coste de oportunidad, especialmente en un entorno donde los tipos reales se mantienen bajos o negativos.
Una opción que está ganando peso son los fondos de gestión alternativa bajo la normativa UCITS. Estos productos, regulados a nivel europeo, ofrecen estrategias más sofisticadas —como arbitrajes o posiciones direccionales— que pueden contribuir a la descorrelación. Eso sí, su análisis requiere un mayor nivel de comprensión, ya que incorporan riesgos distintos a los tradicionales y estructuras de costes más complejas.
En Tressis, se priorizan estrategias de renta fija alternativa, que ofrecen un perfil de riesgo más controlado frente a otros vehículos de retorno absoluto, como los fondos long/short equities o los centrados en materias primas.
En este nuevo contexto, los inversores deben revisar sus supuestos sobre diversificación. La búsqueda de activos perfectos puede no ser realista, pero sí lo es construir carteras más resilientes mediante una combinación inteligente de liquidez, estrategias alternativas y una gestión activa fundamentada en los objetivos de cada inversor.
Adaptarse a las nuevas reglas del juego implica aceptar que la descorrelación absoluta es cada vez más difícil de encontrar. Pero también abre la puerta a un enfoque más flexible, donde el conocimiento, el asesoramiento y la planificación a largo plazo se convierten en las verdaderas herramientas de protección.
Porque en un mundo cambiante, la mejor ancla puede ser nuestra propia capacidad de adaptación.