Aunque más o menos ya nos habíamos olvidado, ayer volvimos a sufrir otra oleada de terrorismo global que tendrá implicaciones.
Especialmente en Alemania, donde la crisis de los refugiados ha dado alas a los enemigos de Merkel y atentados como éste no hacen sino refrendar sus posturas. Y esto el mercado lo cotiza, en Francia, en Alemania o en cualquier país europeo donde el euroescepticismo campa a sus anchas.
El día, en estrictos términos económicos, había sido francamente bueno para Alemania. El IFO, que mide la confianza de los empresarios, destacaba con subidas en la vertiente de expectativas, precisamente la misma línea que había marcado el Bundesbank al apuntar a una mejora de la actividad real para los próximos trimestres. Y encima de todo esto, los costes laborales de la zona euro crecen y le restan presión a la locomotora como única parte del motor capaz de darle tracción a la recuperación del bloque.
Pero no todo son alegrías en Europa, porque tener un sistema financiero viciado durante años implica asumir reformas y costes que nadie quiere. Eso es lo que pasa con Italia y sus bancos y los 20.000 millones que el Estado tendría que ir provisionando si la ampliación de Monte dei Paschi no sale adelante, con el consiguiente efecto contagio sobre otras entidades, que también están jugando con el colapso.
EEUU, fiel a su historial de flexibilidad, hizo lo que había que hacer y cuando debía ser hecho. Y eso permite declaraciones como las realizadas ayer mismo por Janet Yellen, en las que hablaba del mejor estado de salud del mercado laboral de aquel país en la última década. Luego está Japón, anquilosado como la capacidad de respuesta de la Unión Europea, pero que quizás pudiera empezar a revertir la situación si se cumple la mejora de expectativas económicas que ha hecho esta madrugada el Banco de Japón.
Buen día.
Amílcar Barrios Vilallonga
Dirección de Inversiones
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