Esta es la pregunta que debemos hacernos.
Y la respuesta en mi caso la desconozco. Grandes interrogantes hay en el mercado y la llegada de la volatilidad (¡por fin!) nos avisa de que este año de ningún modo va a ser tan “fácil” como el 2017. Agárrense.
La primera gran incógnita es la inflación en Estados Unidos. Empieza a mejorar a un ritmo pausado pero constante y el dato de salarios, mejores a lo esperado, fue sin duda el pistoletazo de salida a la caída del mercado de acciones y de la deuda, pasando el bono americano a 10 años de 2,70 a 2,89.
Sin embargo, este movimiento me genera tres grandes dudas:
• La inflación subyacente americana sigue estando en el 1,80%. Es cierto que poco a pocos se acerca a los niveles buscados, pero esta inflación puede haberse creado por un dólar barato. La relación entre inflación y dólar es del 100%. Si el dólar se abarata, la inflación sube. ¿Qué pasaría si el dólar se diera la vuelta?
• Los salarios subieron hasta el 2,9%; sin embargo, la renta disponible de un salario medio es igual a cero. La explicación se puede basar en el incremento del 25% en los seguros médicos a partir del día 1 de enero, en el 9,5% en los seguros de vida y el aumento de las tasas escolares en un 12%, datos que no se reflejan en la cesta del IPC americana.
• La caída de ventas del consumo minorista.
Dentro de mis dudas, lo que me parece más razonable es que suba la inflación por el simple hecho de que no se puede trimestralmente mantener un incremento de los beneficios empresariales sobre ventas sin generar inflación. Porque el accionista de una empresa quiere beneficios y las empresas ya no tienen posibilidad de aumentar la producción (o sí). Por tanto, o reducen costes o aumentan precios; porque si no lo hacen los siguientes resultados serán peores que los anteriores y se reflejarán en caídas de mercado (o no).
Otro dato que me genera dudas sobre el comportamiento del mercado son los posibles movimientos de flujos de renta variable a renta fija. Los niveles actuales en los precios de las acciones reflejan que el dividendo medio ha caído fuertemente, tanto como para estar por debajo de la rentabilidad del Treasury americano a 2 años. El dividendo medio de los últimos 12 meses en el Dow Jones es del 2,11%. El bono a 2 años está en 2,21. Si los tipos siguen subiendo, las empresas, que son en definitiva las que han estado recomprando sus acciones a costa de aumentar su endeudamiento, dejarán de hacerlo.
Esto que comento es solo un dato (también me genera dudas) y si pensamos que los crecimientos empresariales se van a mantener no duden en comprar bolsa. Pero ándense con ojo. Esto empieza a moverse y es posible que el mercado deba oxigenarse aún más para encontrar precios más atractivos y dividendos que ganen con creces las rentabilidades de los bonos.
Y ahora veamos los bonos: los diferenciales se han estrechado a mínimos históricos. De una subida de tipos se benefician los bonos flotantes pero, ¡ojo!, siempre que se hayan comprado baratos. No solo nos debemos fijar en las posibles subidas de tipos sino en lo más importante: conocer si el bono está barato cuando lo compramos, fijándonos en el diferencial contra su índice de referencia. Porque independientemente de que se descuenten subidas de tipos, un bono que compremos en un momento de estrechamiento de diferenciales tiene grandes posibilidades de que su única dirección sea que ese diferencial se abra a unos niveles normalizados (caída de precio).
La selección, por tanto, es necesaria. Este año 2018 solo vale hacer gestión activa. No hay otra.
En relación a Europa, las cosas son diferentes. Vamos muy por detrás de Estados Unidos y aunque los datos macro siguen siendo buenos, la inflación sigue estando muy por debajo del objetivo. No quito la razón a aquellos que no entienden cómo seguimos con una política monetaria incentivada, cuando una economía como la alemana crece a un ritmo de 2,4% a 3,8% en términos nominales, pero seguimos con datos de deflación salarial que en muchos países europeos como España no ayudan al aumento de la inflación. Todavía seguiremos viendo tipos muy bajos a corto plazo aunque el tipo a diez años siga subiendo.
Y por último, no olvidemos que este año China debe refinanciar más de 800.000 millones, que el aumento del gasto americano puede llevarnos a un déficit del 15% si no lo salva la entrada de ingresos y que Europa sigue comprando deuda: 30.000 millones mensuales más 140.000 que debe refinanciar.
Como pueden ver, tengo grandes dudas y una sola certeza: la gestión activa y la liquidez serán los protagonistas en la gestión de este año.