Tras muchos meses donde la calma ha sido la nota dominante en los mercados, durante este mes de febrero las cosas han cambiado: la tranquilidad y la complacencia han dado paso a un mercado más turbulento.
Aún nos encontramos muy lejos de lo que se ha dado en llamar momento Minsky, aquel en el que los mercados colapsan, pero si la inflación comenzara a repuntar de manera notable, podríamos dejar atrás el mercado goldilocks, este en el que las economías crecen a un ritmo moderado, sin inflación y de manera sostenible en el tiempo.
La brusca corrección de la Bolsa americana de los últimos días ha encontrado explicación para muchos en el riesgo de un repunte de la inflación, aunque después de un mercado sin apenas retrocesos en el último año, con subidas superiores al 30% y unos niveles de volatilidad históricamente bajos puede tener argumento perfectamente razonable en términos puramente técnicos. Una corrección técnica normal, dentro de un ciclo alcista de largo plazo, que elimine el exceso de optimismo y complacencia que se habían aposentado en los mercados.
Atendiendo a la reciente evolución de la inflación, la inquietud del mercado parece infundada. El índice de precios de los gastos de consumo, que sigue con ojo de halcón la FED, está en niveles de 1,5% en zona de mínimos. Las expectativas de inflación a medio-largo plazo han repuntado ligeramente, pero no tanto como para acreditar la caída de las Bolsas y el último dato de salarios/hora no parece suficiente para confirmar un brusco cambio en la tendencia.
Europa y sus Bolsas se han visto arrastradas por el retroceso en las americanas; tratar de deducir que las caídas europeas han sido provocadas por un incremento de las expectativas de inflación no resulta razonable, máxime cuando al Banco Central Europeo lo que le preocupa son sus bajos niveles y su incapacidad de reaccionar a la aceleración en el crecimiento de estas economías.
La subida en la rentabilidad de los bonos emitidos por el Tesoro americano (Treasuries) ha sido intensa y se antoja complicado justificarla con los datos anteriores. Tras una década de tipos al cero por ciento, la Reserva Federal continuará subiendo los tipos de referencia (federal funds rate), pero no como medida para frenar una economía recalentada, sino para normalizar unos niveles anormalmente bajos. En definitiva, los tipos a largo plazo y la inflación simplemente están regresando a niveles consistentes con el avance del ciclo económico.
Los elevados niveles de deuda de las economías mundiales son el principal de nuestros problemas. Si la inflación llegara a resurgir con virulencia, algo que no nos parece cercano, los bancos centrales endurecerían su política monetaria de forma agresiva, lo que causaría turbulencias financieras; es lo que tiene vivir en una sociedad endeudada.
Nos adentramos en un mundo extraño, el de la normalización monetaria y los banqueros centrales ya nos están preparando para la retirada de unos barbitúricos que nos han mantenido sedados, pero que en dosis excesivas sabemos que tienen acciones tóxicas. Una misión compleja, incluso para los comunicadores más avezados, que tratan de impedir explosiones de volatilidad, pero estas no deben impedir que los bancos centrales continúen con su labor de normalización.