A algunas personas, el aplicar conceptos del campo de behavioural finance al mundo de la inversión quizá les parezca un enfoque excesivamente académico. En mi opinión, se reduce a un concepto muy sencillo que puede tener un valor inestimable a la hora de comprender cómo se mueven los mercados financieros y dónde pueden surgir riesgos y oportunidades. Esencialmente, el behavioural finance –o psicología del comportamiento financiero– reconoce un hecho vital: que los inversores son seres humanos.
Evaluar sesgos emocionales
El behavioural finance identifica el hecho de que las personas cometen sistemáticamente errores de apreciación a la hora de tomar decisiones de inversión. Cuando estos errores los repite la comunidad inversora en su conjunto, provocan movimientos ilógicos en los precios de los activos. Estas ineficiencias pueden ofrecer una ventana de oportunidad a quienes reconocen cuáles son los motores de estos movimientos de precios, y desarrollan estrategias para explotarlos.
Este concepto es la piedra angular de la filosofía de inversión del equipo multi-activos de M&G. En nuestra opinión, estas situaciones surgen con relativa frecuencia; de hecho, las emociones humanas y el «ruido» que conllevan determinan una porción considerable de los movimientos bursátiles, imponiéndose a los atributos fundamentales de una inversión. Nuestra creencia es que los fundamentales son el principal motor del verdadero valor de un activo en el largo plazo, con lo que las anomalías acaban corrigiéndose tarde o temprano. No obstante, aplicar un enfoque basado en el behavioural finance no es siempre tan fácil como suena.
Tomar decisiones opuestas a la visión de consenso puede ser difícil: a corto plazo pueden parecernos «erróneas», lo cual le resulta incómodo a cualquiera; pero si uno toma decisiones sobre la base de hechos fundamentales, no debería dejar que este malestar emocional le distraiga de sus convicciones. No se trata de ignorar el factor humano; sino de reconocerlo, confirmar su importante influencia, y a continuación eliminarlo del proceso analítico a fin de invertir con éxito.
Invertir tras la crisis
Podemos remontarnos al crash de Wall Street de los años veinte, o incluso a la burbuja de los tulipanes en la Holanda del siglo XVII, para ver cómo las emociones humanas han provocado desde siempre movimientos irracionales de los mercados.
Ejemplo de euforia antes del pánico: el crash de Wall Street
Fuente: Bloomberg, a 30 de septiembre de 2014.
Las rentabilidades pasadas no son un indicativo de las rentabilidades futuras.
En mi opinión, el actual panorama de inversión ofrece un entorno fértil para quien sea capaz de reconocer el considerable efecto que las respuestas emocionales del ser humano pueden tener sobre los precios de los activos. Creo que las influencias conductuales siempre desempeñan un papel importante en los mercados financieros, pero cuando los inversores experimentan un golpe tan duro como la crisis financiera de 2008, recordamos lo potente que puede ser esta influencia.
Los shocks pueden crear oportunidades
Echando un vistazo a los temas que han dominado los titulares de la prensa financiera en lo que va de año, podemos ver la rapidez con la que un temor ha sustituido a otro en cuestión de una semana: los mercados emergentes, Ucrania, el «tapering» de la Fed, el colapso de un banco portugués, el referéndum escocés, las protestas en Hong Kong, la debilidad de los datos en Europa, la ralentización del crecimiento en China… Al surgir un nuevo tema, otros pasan a un segundo plano, con independencia de si se han resuelto o no. Esto muestra lo limitada que es, por lo general, la capacidad de atención de las personas.
El gráfico siguiente muestra el fuerte impacto que han tenido los shocks a corto plazo en los mercados globales de renta variable durante la última década.
Renta variable vs renta fija desde 2004
Fuente: Datastream, a 30 de septiembre de 2014.
Las rentabilidades pasadas no son un indicativo de las rentabilidades futuras.
El shock de la crisis financiera de 2008 sembró el pánico y desencadenó la venta generalizada de acciones. Con el tiempo, sin embargo, el recuerdo del desplome bursátil comenzó a borrarse y las acciones volvieron a ganar popularidad, hasta que se produjo el shock siguiente.
La renta fija global ha experimentado una volatilidad significativamente inferior durante el mismo periodo, pero el verdadero riesgo de invertir en bonos y no en acciones durante la última década ha sido el coste de oportunidad que ha supuesto perderse el fuerte avance registrado por la renta variable.
En mi opinión, el resultado de inversión más favorable habría procedido de una cartera bien diversificada, en la que las posiciones en deuda habrían amortiguado la turbulencia de las acciones en la búsqueda de sus objetivos a largo plazo.
Mantener la cabeza fría
Como seres humanos, los inversores suelen tener cierta aversión a la incertidumbre, pero debemos admitir que el pasado reciente no nos dice demasiado sobre el futuro. Cuando los inversores comienzan a sobrevalorar la “certidumbre” y consideran que un activo es “libre de riesgo”, el riesgo suele hallarse en su punto álgido. Al mismo tiempo, cuando el consenso es excesivamente temeroso y exige una remuneración excesiva por el riesgo que conlleva un activo que ha sufrido caídas recientemente, pueden presentarse oportunidades de inversión interesantes.
Es muy importante no confundir nuestras emociones con el conocimiento. A la hora de tomar decisiones de inversión creo que es importante no solamente comprender los hechos sobre distintos activos en el contexto económico reinante, sino también comprender nuestros impulsos emocionales, y los de los demás.