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26/12/2012 AUTOR: Víctor Alvargonzález Jorissen Varios

“Soyez le bienvenu, monsieur Depardieu”

El primer ministro francés, Jean Marc Ayrault, ha dicho que el actor Gerard Depardieu es un ser “despreciable” porque ha decidido hacerse ciudadano belga para evitar el nuevo sistema impositivo que ha instaurado el señor Hollande, pues lo considera totalmente injusto y confiscatorio.

Depardieu ha decidido domiciliarse en un pueblo belga fronterizo con Francia ante la iniciativa del gobierno galo de que los ingresos que superen el millón de euros pagarán un 85% de impuesto sobre la renta. En otras palabras: si superas ese baremo y sumas otra serie de impuestos indirectos -patrimonio, lo que pagues por IVA, etc–, a partir del millón de euros trabajas básicamente para el Estado. Y aunque seguro que el Estado francés algo da a cambio y posiblemente los políticos roban menos que aquí, aquello tampoco es Suecia, donde, por cierto, los impuestos son más bajos y las prestaciones mejores.

El señor Depardieu no tardó en responder al ministro. No les voy a aburrir con los detalles, pero le recordaba que él había pagado al Estado más de 175 millones de euros a lo largo de su carrera profesional, todo ello fruto de un trabajo honrado y -esto lo digo yo- profesionalmente brillante y que, además, promociona la imagen de Francia en el mundo. Ciento setenta y cinco millones de euros que han permitido construir hospitales, carreteras y que seguro que también han generado jugosas comisiones para políticos corruptos, que ya nos conocemos todos. Así que, tanto la ciudadanía como los propios políticos, se han beneficiado del trabajo del actor francés.

Y no sólo ha pagado impuestos. Sus negocios dan trabajo estable directamente a más de 80 personas, a los que habría que añadir los empleos indirectos que genera cualquier actividad empresarial. Depardieu no es sólo un actor. Es un tipo brillante que, además de actor, tiene negocios relacionados con otras áreas del mundo del espectáculo (teatro, producción…) y, creo recordar, también con el sector vinícola.

¿Y qué ha hecho este primer ministro, que se atreve a llamar despreciable a alguien que, sin duda, ha aportado su granito de arena a la economía del país y todavía más a la cultura e imagen de Francia?

Pues no parece que hablemos de Churchill o de Eisenhower, la verdad. Ni de un político impulsor de crecimiento económico tipo Clinton o Thatcher. Ayrault inició su andadura profesional como profesor de alemán en institutos de la periferia de Nantes. Luego fue elegido concejal general del Loira Atlántico y, posteriormente, en 1977, alcalde de Saint-Herblain, una ciudad de 30.000 habitantes. Asumió esta función hasta 1989, cuando se presentó como candidato al ayuntamiento de Nantes, donde sucedió al alcalde saliente, que ya no se presentaba, y que –curiosamente- fue también su predecesor en el ayuntamiento de Saint-Herblain.

Paralelamente a su sillón de alcalde, fue elegido diputado en 1986 y fue presidente de la Federación nacional de electos socialistas y republicanos en 1992. Fue elegido otra vez, el 16 de junio de 2002, para la XIIª legislatura (2002-2007), en la 3ª circunscripción del Loira Atlántico.

En septiembre de 2006, declaró oficialmente su apoyo a Ségolène Royal en las primarias del Partido Socialista.

Empecemos por el final: ¿así que apoya a Ségolène Royal cuando esta luchaba a colmillo retorcido precisamente contra su ex marido que, ¡oh sorpresa!, no es otro que el señor Hollande, actual jefe del señor Ayrault? Vamos, que llama miserable a una persona por cambiar de país para que no le quiten casi todo lo que gana, pero no le tiembla el pulso para cambiar de chaqueta. Interesante.

En cuanto a su “gran” aportación al país, si bien seguramente sea muy apreciado en la ciudad de Nantes, su currículum político desde luego no es comparable al profesional y empresarial del señor Depardieu. Me juego algo a que el puesto en la historia de uno y otro no tendrá nada que ver.

Pero lo realmente importante de este asunto es plantearnos qué Europa queremos. La Europa del señor Ayrault, de políticos que generan desastres económicos –ellos tienen el BOE, el Banco Central, el parlamento, ellos mandan, en definitiva, que no echen balones fuera, ellos son los responsables- y luego lo “arreglan” machacando a impuestos a los ciudadanos y quitándoles prestaciones sociales, o la Europa de empresarios como Depardieu o el vilipendiado Arnault, patrón de Louis Vuitton y todo el grupo LMHV, gente que te caerá mejor o peor, pero que durante años han generado trabajo e impuestos para los franceses.

Tenemos que plantearnos seriamente cosas como que con los chinos no podemos competir en precio, pero podemos aprovechar que pasará mucho tiempo hasta que ellos tengan “Depardieus”, “Arnaults” o, más cerca todavía, “Amancios Ortegas” o “Fernandos Alonsos”. ¿Queremos una Europa donde el miserable sea el empresario competitivo y generador de empleo que no quiere que le roben –pagar un 40% es justicia social y redistribución de la riqueza, pero pagar un 85% es un robo-, o queremos una Europa donde los miserables sean los políticos incompetentes que llevan al desastre y no saben salir de él salvo apretando el gaznate a los ciudadanos?

Ya lo dije en un “post” anterior (“La historia siempre se repite”): lo único bueno que dio la Inglaterra del 90% de IRPF fue que los Rolling Stones se exiliaron a Francia y les sentó tan bien que hicieron allí su obra maestra, “Exile on Main Street” . Curiosamente, se fueron a Francia por el mismo motivo que ahora la abandona Depardieu. Por lo demás, las políticas de Wilson y Heath llevaron a Inglaterra a una decadencia económica duradera de la que solo la sacó la señora Thatcher (que reconozco luego se pasó de vueltas, pero esa es otra historia).

En España -y con especial énfasis en comunidades como Cataluña- estamos cogiendo el mismo camino, y es un camino muy peligroso. Estamos a tiempo de ahorrar en políticos en lugar de subir impuestos. Estamos a tiempo de atraer talento en lugar de expulsarlo (sugiero lean mi artículo “España, centro de negocios»). Pero estamos en el límite. Un impuesto más que no vaya acompañado de un esfuerzo “real”, y no sólo de pura imagen del Estado por apretarse el cinturón y reducir su tamaño (y de la clase política por reducir el suyo), o la curva de Laffer entrará en acción con toda su fuerza (sugiero lean “Manifiesto”). Las clases medias sólo pueden defenderse consumiendo menos (¡genial política económica!), pero los “ricos” se van y punto. Y rico era Steve Jobbs o es Bill Gates y en EE.UU. a nadie se le pasa por la cabeza aplicarles una imposición del 85%. Le cuentas eso a los del partido demócrata que están tratando de aumentarles los impuestos a “sus” ricos -un “pelín”, por cierto, y con bastante razón- y se quedarían alucinados. ¡Nadie quiere que se vayan los mejores, hombre! Es más, en EE.UU, les han bajado los impuestos a las empresas y Obama quiere bajárselos a las clases medias.

Curiosamente, a la par que salía la noticia sobre el insulto de Ayrault a Depardieu, se publicaba una foto en la que todo el pueblo Belga de Néchin se concentraba tras una pancarta que rezaba: “¡¡Soyez le bienvenu, monsieur Depardieu!!”

PD. Lo anterior son las malas noticias. La buena: que, en España, si usted tiene su patrimonio invertido en fondos de inversión, puede moverlo libremente entre distintos activos, países y sectores y pagar sólo cuando realice plusvalías -que este año han sido muy jugosas, por cierto-, sin pagar un 85% y pudiendo compensar sus beneficios con sus pérdidas. Aproveche que, al menos en eso, estamos en muchas mejores condiciones que los franceses.

 

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